Las primeras formas de gobierno

De Museo della Serenissima
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De Bizancio le llegaron a Venecia sus más antiguas instituciones y las primeras líneas de su constitución. Venecia fue en el siglo VI una de las provincias de la Italia bizantina; y bajo la autoridad suprema del exarca de Rávena las ciudades de la laguna estuvieron primer administradas, como todas las del exarcado, por funcionarios que llevaban el nombre de "tribunos"; se les escogía en la aristocracia local, quizá elegidos por la población, pero de todos modos confirmados por el emperador. Hacia fines del siglo VII a esos tribunos se superponía un duque, que primero fue, a su vez, nombrado por el gobernador imperial; pero cuando, en 726, Italia se levantó contra Bizancio, el duque fue electivo, efectuándose la elección por los tribunos del clero de las ciudades. Después de algunos ensayos de resistencia, la autoridad bizantina aceptó el nuevo régimen, que se hizo definitivo a partir de 742.

Seguramente ese duque -el dux futuro- no fue ni sombra, en su origen, de lo que llevó a ser más tarde, y constituye un verdadero anacronismo que la crónica veneciana lo presente investido desde un principio de poderes casi soberanos. Aunque electivo ya, el dux de Venecia no dejaba de ser el súbdito del emperador bizantino, "el muy humilde duque de Venecia", según el mismo se titulaba; y aunque a mediados del siglo IX ese lazo de sujeción un poco estrecha se aflojó, la marca bizantina persistió omnipotente alrededor del jefe del Estado veneciano en los títulos que llevaba, en el ceremonial de que se rodeaba, en el mismo carácter del Poder que ejercía. La vestimenta local recordaba el traje de los exarcas de Rávena y de los emperadores de Constantinopla; se rogaba por el duque en las iglesias según las formas griegas; cuando moría se disponían sus funerales con arreglo a los ritos de la etiqueta bizantina. Paralelamente, el duque se envaneció al recibir y llevar los títulos sonoros de las dignidades de la corte de Bizancio; en el siglo IX, en el X y más tarde, los duques de Venecia añadían orgullosos a su nombre los apelativos de "hipato, protospatario, patricio o proedro" imperial. Les complacía enviar sus hijos una temporada a Constantinopla y aliarse mediante matrimonios con la familia que reinaba en Bizancio. De todo eso tenía tanta ventaja su política como su vanidad; en el prestigio que les venía de la lejana Bizancio encontraban los duques, frente al pueblo que gobernaban, un elemento de autoridad, de fuerza y de duración.