Giovanni Bembo (1543 – 1618) fue el 92º dogo de la República de Venecia. Como militar se distinguió frente al Imperio Otomano en la Batalla de Lepanto, el Imperio Habsburgo y el Imperio Español. Como jefe de Estado no brilló por falta de iniciativa política.
Segundo de los cinco hijos de Agostino di Benedetto y Chiara Del Basso, nació en Venecia el 21 de agosto 1543. Su familia era de antigua nobleza, cuya situación económica no era próspera pero estaba mejorando gracias a su abuelo materno, un riquísimo comerciante de tejidos de origen bergamasco.
De constitución robusta, Bembo se introdujo a la edad de doce años, en la vida en el mar: «siendo aún niño pasaste de la plumas a los movimientos tempestuosos de las olas, de las comodidades de tierra a las durezas del mar, y experimentaste los peligros de las aguas antes de conocer las delicias de la tierra» (Agostino Onigo, embajador de la ciudad de Treviso).
Capitán de galeras en la guerra contra los turcos (1570-73), se distinguió en la batalla de Lepanto, donde, a pesar de sus heridas, capturó tres galeras enemigas. De 1577 a 1579 fue capitán de la guardia en Creta, cuya tarea era la de vigilar las costas de la isla, que estaban amenazadas por piratas. Más tarde, de 1581 a 1583, desempeñaría el cargo de capitán del Golfo, del que diría: «con gran diligencia he trabajado para mantener este Golfo libre de piratas». De regreso a Creta como Capitán General, permaneció allí desde 1588 a 1591, ocupado principalmente en el refuerzo de las fortificaciones de la isla.
Provveditore d'armata entre finales de 1591 y principios de 1595. En 1596 ocupó brevemente el cargo de Provveditore Generale de la fortaleza de Palma donde, confinado en cama por una enfermedad, el Senado le concedió licencia y lo reemplazó. La mala salud también lo afligió durante su mandato de Provveditore Generale en el Golfo, Dalmacia y Albania (1597-98): hay frecuentes referencias en las cartas dirigidas al Senado a la «fiebre mucho más severa de lo habitual» y a su «muy mal estado de salud».
En Venecia, después de haber sido un gran sabio y consejero, Bembo fue elevado, el 14 de agosto de 1601, a la dignidad de Procurador de ultra, en lugar de Alvise Giustinian, y en enero de 1607 fue elegido Capitán General del Mar, sin embargo, dada la gravedad de la situación, su elección no contentó a todo el mundo. La considerable flota, cuya dirección le había sido confiada, debía conjurar las violaciones españolas de la jurisdicción del Golfo que la República temía que pudieran producirse, con la complicidad de la Santa Sede. Pero la reconciliación con Roma dejó sin pretexto a España, a la que, debido al conflicto en curso en los Países Bajos, le convenía no dispersar sus fuerzas. Así, a diferencia del año anterior, ningún barco armado español entró en el Golfo y las operaciones de Bembo se limitaron únicamente a inquietar, sin provocar, a los españoles en el mar Jónico.
En 1612 Bembo estuvo entre los electores del dogo Marcantonio Memmo, pero ya en aquella época se encontraba entre los competidores para el más alto cargo del Estado. Muerto Memmo el 31 de octubre de 1615, los electores, ante la manifiesta imposibilidad de que uno de los cuatro candidatos principales triunfara, se pusieron finalmente de acuerdo, el 2 de diciembre, sobre su nombre. El cónclave que llevó a su elección fue muy largo, con 114 votos emitidos en veinticuatro días, a pesar de las apremiantes exigencias de la Signoria para hacer una elección rápida, ya que la vacante del Dogo paralizaba toda actividad política y legislativa. Su figura se prestaba a una solución de compromiso.
Los dos años y tres meses de su reinado estuvieron perturbados por un conflicto con el Friuli y por las provocaciones españolas. Según Wotton, el embajador inglés, Bembo estaba más dotado moralmente que intelectualmente. Era, decía, poco elocuente, más bien torpe y vacilante al hablar, de poca cultura, lento para intuir, incapaz de profundizar, y sin embargo, era estimado por su digno pasado, su sincero patriotismo y su serena devoción.
Humillado por Sebastiano Venier en una sesión del Colegio por su respuesta al nuncio vaticano, al regresar a casa, cayó enfermo y pocos días después, el 16 de marzo de 1618, murió.