La Basílica de San Marcos, en el lado Este de la plaza, fue construida entre 1063 y 1094 para acoger los restos de San Marcos. Hasta la caída de la República de Venecia fue la iglesia palatina del Palacio Ducal. Asumió el título de catedral a partir de 1807, cuando, por decreto napoleónico, fue trasladada aquí la sede de la catedral desde su antigua sede de San Pietro di Castello.

Según la tradición, en el año 828, dos mercaderes venecianos, Rustico da Torcello y Bon da Malamocco sustrajeron en Alejandría (Egipto) los restos mortales del evangelista y los trajeron a Venecia, donde recibieron una extraordinaria acogida. El dogo de entonces, Giustiniano Partecipazio, inició la construcción de un templo que acogiera estas reliquias de tanta importancia.

En el año 976, un incendió destruyó completamente el edificio y hasta un siglo más tarde no surgiría la basílica en su forma actual, esto es, con planta de cruz griega con 5 grandes cúpulas. Probablemente diseñada por un arquitecto griego, adoptó las formas bizantinas que la caracterizan.

La fachada principal esta dividida en dos partes cada una con 5 grandes arcadas. La arcada superior, con balaustrada, está embellecida por los cuatro caballos de bronce dorado. La planta inferior presenta un complejo entrelazamiento de arcadas, órdenes sobrepuestos de columnas, relieves y decoraciones. Las lunetas estan decoradas con bellos mosaicos.

La fachada sur, hacia el Palacio Ducal, encontramos la Piedra del bando, desde la cual se anunciaban las ordenanzas de la República, y dos pilares traídos de la ciudad de San Juan de Acre (Israel) después de 1256. El grupo en pórfido de los Tetrarcas en esquina es probablemente una obra Siria del siglo IV que representa a Diocleciano y a los otros tres emperadores que reinaron con él a finales del siglo III.

En el Interior de la Basílica encontramos más de 4200 metros cuadrados de mosaicos realizados durante 600 años. Los más apreciados son sin duda los más antiguos (se encuentran en la Capilla de Pentecostés, la primera al entrar).

El pavimento merece también la atención: se trata de un mosaico de mármoles de colores y variados dibujos del siglo XII.

El altar mayor guarda la urna de San Marcos y detrás se halla un retablo, la Pala d’oro, grandiosa obra de orfebrería bizantina en plata dorada. La imagen más venerada es la Vírgen Nicopeia, parte del botín obtenido en Constantinopla en 1204 como el resto del Tesoro de San Marcos.