El Puente del Diablo en la isla de Torcello, de un sólo arco, es uno de los más antiguos y el único, junto con el Puente Chiodo de Cannaregio, que ha conservado las características de los antiguos puentes venecianos: no tiene barandilla.
Isla de Torcello
La isla de Torcello en la que el tiempo se ha detenido, representa un viaje a los orígenes de la ciudad de Venecia, cuando ésta se encontraba bajo el dominio bizantino. Se trata de una isla tranquila, a penas poblada, situada en el extremo norte de la Laguna de Venecia. La isla es considerada como la zona poblada más antigua de Venecia. Torcello merece una visita: una magnífica catedral bizantina que data del año 639 d.C., la Basílica de Santa María Assunta, se alza sobre la isla con su Campanario y a su lado, la encantadora Iglesia de Santa Fosca.
Se necesitan entre 45 minutos y una hora para visitar los edificios religiosos que rodean la plaza central, que se encuentra a un breve paseo por el canal que discurre desde el muelle Actv. Se venden entradas individuales para la Basílica, el Campanario y el pequeño Museo Arqueológico, pero la mejor oferta es una entrada combinada que incluye las tres más el uso de una audioguía en la Basílica.
Sobre la isla de Torcello, Charles Diehl, en su soberbia obra Venecia, una República de Patricios, nos dice:
Entre todas las ciudades muertas que precedieron a Venecia y que poco a poco entraron en la sombra, ahogadas por el fango de la laguna o reducidas a la condición de villorios miserables, existe una singularmente evocadora de esa época primitiva y lejana, Torcello.
Torcello fue el gran centro comercial de la laguna; tenía palacios, iglesias, un gran canal, como Venecia. Cegada poco a poco por la arena, malsana, abandonada, decayó lentamente. Pero de su grandeza desvanecida conserva dos monumentos admirables, y en ese lugar en que reinan como déspotas, según dijo Barrés, el silencio y el viento de la muerte, el espíritu se remonta de un modo natural a los orígenes de Venecia, desmembrando los aspectos antiguos. La Iglesia en forma de basílica, con su decoración de mosaicos bizantinos, recuerda lo que era el primitivo San Marcos, antes de la reconstrucción de mediados del siglo XI; la rotonda de Santa Fosca, con el elegante pórtico octogonal que la circunda, pone en la plaza desierta una de esas notas de Oriente que con tanto acierto ama Venecia. Y en esa soledad, de una tristeza tan punzante, ante ese amplio horizonte de marismas quietas y tristes, Torcello, melancólicamente, evoca la Venecia primitiva y muestra las más antiguas obras de arte veneciano.